jueves, 27 de septiembre de 2018

glifosato causante de la extincion de abejas

Una nueva investigación de la Universidad de Texas en Austin muestra que
el glifosato, el ingrediente activo en el herbicida Roundup, podría
estar contribuyendo al declive de las abejas melíferas y las abejas
nativas en todo el mundo.

El herbicida más usado en el mundo, también puede estar matando abejas
indirectamente, al privarlas de bacterias beneficiosas que las dejan
expuestas a la infección por microbios dañinos. (Lea acá: Colapso de
abejas, tremendo lío)

Debido a que el glifosato interfiere con una enzima importante que se
encuentra en las plantas y los microorganismos, pero no en los animales,
durante mucho tiempo se ha supuesto que no es tóxico para los animales,
incluidos los seres humanos y las abejas. Pero este último estudio
muestra que, al alterar el microbioma intestinal de una abeja, el
ecosistema de bacterias que viven en el tracto digestivo de la abeja,
incluidas las que lo protegen de las bacterias dañinas, el glifosato
compromete su capacidad para combatir las infecciones.

Los investigadores expusieron a las abejas melíferas al glifosato en
niveles que se dan en campos de cultivo, jardines y bordes de caminos.
Los investigadores pintaron las espaldas de las abejas con puntos de
colores para que pudieran ser rastreadas y luego recapturadas.

Tres días después observaron que el herbicida redujo significativamente
la microbiota intestinal saludable. De ocho especies dominantes de
bacterias sanas en las abejas expuestas, cuatro resultaron ser menos
abundantes. La especie bacteriana más afectada, Snodgrassella alvi, es
un microbio crítico que ayuda a las abejas a procesar los alimentos y
defenderse de los agentes patógenos.

Las abejas con microbiomas intestinales deteriorados también tenían
muchas más probabilidades de morir cuando más tarde se expusieron a un
patógeno oportunista, Serratia marcescens, en comparación con las abejas
con tripas sanas.
Aproximadamente la mitad de las abejas con un microbioma saludable
seguían con vida ocho días después de la exposición al patógeno,
mientras que solo una décima parte de las abejas cuyos microbiomas
habían sido alterados por la exposición al herbicida todavía estaban vivas.

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