jueves, 27 de septiembre de 2018

genetica el fin de la malaria

Un equipo dirigido por Andrea Crisanti, biólogo del Imperial College de
Londres, modificó un gen que altera el desarrollo sexual del mosco; las
hembras se vuelven infértiles y los machos a la vez pueden propagar el
gen debilitante a la progenie. Crisanti descubrió que las poblaciones de
laboratorio de los mosquitos pueden ser llevadas a la extinción en once
generaciones, resultados que publicó junto con sus colegas en la revista
Nature Biotechnology. Se podría provocar el desplome de las poblaciones
silvestres en cerca de cuatro años, de acuerdo con los modelos
computacionales.

Con la técnica se equipa a los mosquitos con un impulso genético: un
mecanismo que obliga a que el gen elegido se herede a toda la
descendencia de un organismo (la reproducción sexual normalmente pasaría
el gen a solo la mitad de la progenie). Por lo tanto, los genes
derivados de un impulso genético pueden propagarse de manera muy rápida
en una población, lo que hace que la técnica sea tanto poderosa como
potencialmente peligrosa. Aún no se ha liberado ningún impulso genético
fuera del laboratorio.

Los esfuerzos previos por reducir la fertilidad de los moscos usando
impulsos genéticos han fallado debido a mutaciones que surgían en los
fragmentos del ADN que los científicos habían elegido como blancos, lo
que anulaba los cambios planeados. La selección natural favorece
ampliamente esas mutaciones, lo que permitía que los mosquitos escaparan
a la trampa genética.

Crisanti y sus colegas encontraron una manera de dirigirse a un
fragmento del ADN que no varía de un mosquito a otro, quizá porque cada
unidad de ese material genético desempeña un papel tan vital que
cualquier mutación mataría al organismo. Esta secuencia invariable de
ADN se da en el gen que determina el desarrollo sexual en las especies
del mosquito Anopheles gambiae, uno de los principales portadores del
parásito que causa el paludismo en África. El gen se llama doble sexo.

El equipo de Crisanti alteró ese gen de una manera que afecta solo a las
hembras. Estas desarrollan características sexuales ambiguas: no pueden
picar porque su boca es como la de los machos y además son infértiles.
Sin embargo, los machos no quedan afectados, así que continúan
propagando el gen alterante hasta que ya no se ponen más huevos.

Liberar un impulso genético fuera del laboratorio es arriesgado. Una vez
suelto, no puede deshabilitarse con facilidad si algo no va bien. En
2016, la Academia Nacional de Ciencias estadounidense solicitó que se
realicen pruebas extensas y consultas públicas antes de liberar
cualquier impulso genético.

Todos los insectos analizados hasta ahora dependen del gen de doble sexo
como guía de su desarrollo sexual, por lo que sería desastroso que un
gen doble sexo modificado con el mecanismo de impulso genético de alguna
manera se transmitiera de los moscos a otras especies de insectos, como
las abejas.

Aunque Crisanti aseguró que "eso no es posible" pues cada especie de
insectos tiene su propia versión tanto del gen doble sexo como de la
región vital de ese gen, de tal manera que un impulso genético dirigido
a una especie no funcionaría en otra. Por esa misma razón, la técnica
podría dirigirse a una amplia gama de insectos nocivos, atacando a cada
uno de manera individual.

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