El 1 de enero de 2012 entra en vigor una norma aprobada por el Parlamento de Cataluña que prohíbe las corridas de toros.
En la ultima tarde de la Monumental. Tomás salió a hombros
con dos orejas, las mismas que Serafín Marín, cuya faena no alcanzó el
nivel de la de su compañero, pero fue premiada con el sentimiento, no
con la razón. A través de su paisano, la Cataluña taurina se regalaba dos orejas, se subía a hombros de sí misma para salir de la puerta grande con la cabeza alta, aunque ciertamente alicaída.
El único momento en que la gente se olvidó de
que aquello no era una fiesta, sino un funeral, fue el primer toro de
José Tomás, el toro que le dio sus dos orejas.
El morlaco salió al ruedo como una locomotora
de cuero negro y 550 kilos, el matador lo acercó con el capote a la
barrera e involuntariamente lo llevó a estrellarse contra la madera,
tras pasarle más cerca de lo debido al diestro madrileño.
Su hermano, Andrés, dio un respingo de miedo detrás de las tablas.
Fuera de la plaza, en las horas previas a la
corrida, solamente hubo escaramuzas verbales entre taurinos y
anti-taurinos. Los simpatizantes de la plataforma PROU, la organización
civil que llevó al Parlamento la ley abolicionista -con un respaldo de
180.000 ciudadanos-, aparecieron a las cuatro de la tarde para celebrar
delante de la Monumental la ilegalización de los toros. Se quedaron en
la acera de enfrente. En la acera de la plaza, separados por la policía,
estaban los taurinos. Se insultaron, se hicieron gestos poco corteses.
No hubo más que eso.
La tauromaquia fue enterrada ayer en Cataluña
de una forma civilizada, con controversia y malos modos, pero sin más
sangre que la que dejaron los seis toros estoqueados en la arena de la
Monumental.
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